El COVID-19 ha entrado a nuestras vidas para quedarse y este ha modificado nuestros hábitos tanto de vida como nuestro entorno social. Si contar con lo más grave de esta Pandemia que evidentemente son las pérdidas de tantas vidas humanas.
En cuanto a la repercusión que ha tenido el COVID-19 en la obesidad, diré que de entrada se ha producido un confinamiento y que este “NO” nos ha beneficiado en nada en absoluto a nosotros los obesos, es más no ha perjudicado tan gravemente que formamos parte “los obesos” de la población de mayor riesgo.
El confinamiento lo ha cambiado todo. Desde nuestros hábitos alimenticios y deportivos como nuestros itinerarios de ritmo de vida. Viéndose estos modificado también entre la relación de la vigilia y el sueño. Todo esto nos ha conllevado, a un incremento de peso en casi más del 90% de toda la población en general.
Además del estrés que genera el estar recluido y privado de liberta de movimiento y el de no saber a ciencia cierta a que peligro o amenaza nos enfrentamos y cómo podemos tanto protegernos como combatirlo.
Este estrés no ha llevado a comer de una forma compulsiva y desorganizada además de contar con el incremento tanto en la cantidad de comida que se ha ingerido como en la cantidad de cierto alimento ultra-procesados y de los denominados “calorías vacías” como son los snack, los pasteles o dulces, el alcohol, etc., etc.,
¿Qué medias podemos tomar para no recaer o caer en el error y poder mejora nuestra salud y calidad de vida?
Pues primero, debemos de ser consciente de que la obesidad es una enfermedad crónica, progresiva e irreversible y por tanto nosotros los obesos somos pacientes crónicos.
Esto implica que no deberíamos nunca de abandonar o dejar al azar nuestro tratamiento que es principalmente: la alimentación y la regularización de nuestra actividad física.
Por tanto sea que estemos en casa confinados o no, debemos tener una regularidad en nuestras actividades cotidianas y no abandonarnos por completo.
Debemos guardar nuestras horas de sueño y levantarnos con una rutina diaria que ponga freno y control a nuestros hábitos alimenticios.
También aprovechar cualquier momento que podamos para poder hacer un mínimo de actividad física diaria que nos permita poder ejercitarnos. Y por último se consiente de los que ingerimos sea tanto solido como liquido puedes traernos consecuencias para bien como para mal, por tanto mantengámonos ¡alerta! Y no bajemos la guardia.